Juliano Hermida, tenía el alma agreste, hecha á vivir, la vida silenciosa y ferviente de la Naturaleza. El misterio profundo de los campos, lo atraía. La inmovilidad extática de los paisajes, teñidos de Infinito, se diluía en su alma, en ondas de un amor, embrionario, inexplicable, á las cosas del Alma y de la Vida; |
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