Estamos ante una de las obras fundamentales del anarquismo en la que se pone en cuestión cualquier forma de gobierno, incluso el de los más sabios (si es que fuera posible valorar tal cosa). Si fuera un cuerpo científico el encargado del gobierno de la sociedad, su labor no se centraría en el progreso en el conocimiento, sino en su propia perpetuación (para Bakunin, todo poder instituido actúa de ese modo); además, el pueblo gobernado abundaría en su ignorancia e incapacidad, por lo que necesitaría cada vez más la dirección y el gobierno de personas supuestamente capaces. Bakunin confiaba en que los hombres progresaran hacia una critica feroz a cualquier poder, incapaces por más tiempo de sentirse gobernados y con la capacidad de aprender a gobernarse a sí mismos. Tal y como se refleja en Dios y el Estado, el anarquismo niega la legislación basada en el privilegio y la autoridad, incluso la surgida del sufragio universal, ya que se considera que se acaba desembocando en una oligarquía enfrentada a los intereses de la mayoría. Por lo tanto, se rechaza cualquier legislación externa a la propia sociedad y se confía en la capacidad de autogobierno de la misma. |
viernes, 25 de noviembre de 2016
Dios y el estado - Mijail Bakunin
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