miércoles, 11 de enero de 2017

Las rosas de la tarde Vargas Vila

Él se inclinó hasta el lirio de su rostro, para besar sus labios aromados.

Y ella le devolvió el beso amigo.

Su beso no tenía la sonoridad cantante de la orgía, era un beso grave y melancólico, como el brillo de una luna de invierno; era un beso pudoroso y crepuscular, cargado de recuerdos y dolores.

Él quiso traerla violentamente sobre su corazón, y ella lo rechazó poniéndose de pie.

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